Microrelatos
La jaula
— Oye… aquí… vi como el humano abría la puerta, si quieres puedo abrirla - dijo el canario amarillo posado en la rama más cercana a la jaula que colgaba de una gran higuera.
— ¡No! ¿Para qué abrirla? Aquí tengo todo: comida, agua para beber y otra distinta para bañarme, un nido cómodo y por sobre todo estoy segura de ese maldito gato - respondió la bella canaria blanca anaranjada. Su sorpresa ante la absurda idea del canario amarillo se reflejaba tanto en sus negros y expresivos ojos como en sus nerviosos y rápidos movimientos.
— Para que puedas salir aquí conmigo, vivir juntos y ser felices - responde el canario amarillo, su color apenas se distinguía del polvo que cubría sus alas, tenía un par de cicatrices en el rostro y una pata herida.
— Ven, entra conmigo, estaremos juntos como tanto lo deseamos y seguros del gato que nos acecha, aquí no falta comida y te podrás bañar todos los días- dice la canaria acelerando su piar, desesperada por estar con su enamorado y rogando a Horus que esta vez su petición sea escuchada.
— Mi amada, no puedo entrar ahí, es cierto que aquí me falta la comida, no estoy tan limpio como desearía y estoy expuesto constantemente a ese gato endemoniado. Aquí no estoy seguro… pero… puedo volar - responde el canario amarillo con un tono de pena y desencanto al entender que la canaria de su corazón nunca será libre.
Como dice la canción: “aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión”
Amor por conveniencia
¿Cómo le digo que no lo amo?, necesito encontrar la forma de sacarlo de mi casa y de mi vida. Qué compleja situación, qué terrible decisión… ¿Por qué debo ser yo quien rompa su corazón?
Lo crie desde los cinco años, lo recibí junto a su madre, el amor de mi vida, vivimos felices y le di todo lo que su madre me pidió, le di dinero, hogar y seguridad, pero nunca pude darle amor, no me nacía, no soy una mala persona, pero no tengo amor para este pobre crío.
Hoy, después de quince años, mi amada se fue de nuestro hogar. Alegó estar enamorada de su primer amor, del padre de su hijo. Se fue a su país natal y nos dejó, nos dejó a ambos, solos, sin amor, sin ella.
¿Cómo le digo que el amor que él siente es amor por conveniencia?, quisiera explicarle que lo hacía para tenerla a ella, que mis palabras son de cariño, respeto, pero no de amor, no de padre.
Prefiero callar, seguir esta farsa, así nadie resulta dañado y con el tiempo quizás ella vuelva y vea como he amado a su hijo.
El Enamorado
En este pequeño pueblo encontré una bodega abandonada cerca de la línea del tren, tren que, al igual que yo, ha dejado de funcionar y ya no le sirve a nadie. Encontré paz y tranquilidad en esta abandonada estación, es cálida, iluminada y por sobre todo me protege del frío.
Hace unos días, once quizás, la vi por primera vez, venía trotando con su tenida deportiva, cruzó todo el parque y giro cerca de la estación, atravesando el bosque y en la pileta abandonada se sentó a meditar, ahí donde no va nadie.
Lo hace todos los días y yo siempre la observo, agazapado entre los arbustos, la sigo sin que se dé cuenta, no puedo dejar de mirarla, no puedo dejar de desearla, siento que estoy enamorado.
Ella es hermosa, su piel blanca y sus cabellos negros me recuerdan mis años de gloria, cuando no era un alcohólico y drogadicto perdido en el tiempo y la mugre. Su vitalidad me emociona y me inspira, ¡la deseo con mi alma! ¡La necesito! Hace tanto la esperaba y ¡por fin llego!, la llevaré conmigo, ¡debe venir conmigo!… ella es mi salvación.
Sus ojos me enloquecen, me miró directo el otro día y me sonrío un segundo, cuando se cruzó conmigo en su ruta de ejercicios, ahora sé que le agrado.
Gasté todas las limosnas que recolecte en drogas y alcohol, me sentí una mierda, un despojo, llore noches enteras y casi morí esa semana, pero su mirada me levanto, me miró y su alma conecto conmigo, me trajo de vuelta.
Hoy la iré a ver, la sorprenderé cuando esté meditando y le hablaré, le contaré que la amo y que soy capaz de dejar mi vida por ella, le diré que me hace fuerte y que yo la cuidaré. Estoy decidido como nunca en mi vida, cuando la vi doblar por el bosque salí en su encuentro, no sé por qué llevo el cuchillo, quizás me siento más seguro con él escondido en mis ropas, es solo para darme seguridad y valentía, nada más.
La veo sentada, no está sola, hay un hombre joven de su edad con ella… creo no es buen día para hablarle… Mejor escondo el cuchillo.
Donde los Muertos Moran
En la oscuridad de los túneles me siento tranquilo, me gusta mirar la oscuridad y ver mi reflejo, siempre de pie, solitario pero rodeado de gente… silente. En este ataúd metálico siento que mis batallas parecen avanzar inevitables como la muerte, sabiendo que mi destino es emerger a un paraíso con raíces subterráneas. Mi vida pasa rápidamente cambiando de estaciones, mi reflejo ya no es el mismo, ¿acaso moriré de pie?, mis batallas quedarán solo como un recuerdo en estos túneles de oscuridad, pero sé que por inmensas escaleras emergeré hacia la luz.
La Catedral
Me gusta estar en la catedral, es inmensa y siempre llena de feligreses. Me gusta sentir su devoción y amor por Dios. Al ser un hombre santo, que abrazó la religión años atrás, ver a ciudadanos hacer una pausa en el caos capitalino, me llena el corazón.
Llevo aquí unos buenos años, camino en silencio entre los pecadores y acompaño sus rezos con susurros, abrazando su dolor. Me gusta estar eternamente aquí, así puedo rezar por él, quien me atravesó el cuchillo en una misa de domingo, rezar por su alma, perdonarlo y salvarlo del mal.
La Estación
Aquí estoy, un día más de mi tormento, en estación Baquedano, rodeado de personas. Es la hora punta y ni un alma más cabe en la estación. Al trabajo voy muy atrasado, pero no puedo traspasar la línea amarilla cuando llega el vagón, me da pavor y un extraño sudor se mezcla con la desesperación. Veo cómo miles y miles de personas suben desinteresadas y externas a lo que estoy sintiendo. Llevo esperando subir al tren ya casi 11 años, pero no tengo el valor, no quiero volver a caer a los rieles y sentir ese dolor.
La Primavera y el Tren
Otro día más, otra dosis de soledad y cansancio. No sé si la pena es por ella o si mi vida ya era esto. Debe ser por ella: se esfumó, me abandonó sin siquiera dar la cara, me dejó a la intemperie de un incendio que solo consumió mi corazón. Ahora cargo la herida y el sobrepensamiento.
¡Qué injusto que el yugo del sistema no perdone las penas! Que la jerarquía no permita detenerse. Soy un muerto viviente forzado a presumir éxito. Pero soy un guerrero.
Aquí estoy, sobre el andén, listo para abordar. Listo para ese recorrido, para mi momento de gloria.
La ansiedad de la llegada del carro de acero no me doblega, y es porque algo brilla en mí, en mi corazón, es la tan hermosa primavera que me inunda con su calor.
¡El tren! Al fin entra en la estación, es momento… de saltar.